Se entiende que una de las funciones del arte es mostrar y expresar cómo somos. Así pues y gracias a este, podemos conocer cómo eran algunos de los rostros más destacados de la historia del arte y de la historia en general.
Uno de los géneros artísticos más importantes es el retrato, y su subgénero, el autorretrato. El rostro humano ha sido y es uno de los elementos fundamentales de estudio del arte que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.
El autorretrato
En el momento en el que un artista se convierte en su propio modelo, el retrato se torna en autorretrato. Por consiguiente, y según la RAE, el autorretrato se define como: “el retrato de una persona hecho por ella misma”.
Existe una gran cantidad de artistas que se han retratado a lo largo de la historia, para dejar constancia de si mismos o también para mostrar y expresar sus estados de ánimo. Tal y como señala Calvo Serraller:
“los autorretratos poseen una belleza que no es la de la hermosura, sino la de la perspectiva psicológica del retratado. Es una presentación de la personalidad y de la vanidad del individuo”
En el autorretrato existe, quizá de una manera no tan evidente, un elemento psicológico, y en cierta forma, un deseo del autor de perdurar en el tiempo y en la historia para acabar alcanzando la “inmortalidad”.
Aunque existen otras razones distintas para explicar el interés del artista por autorretratarse, como la intención de conocerse a uno mismo, con sus diversas características y facetas. Por tanto, podría decirse que el autorretrato es un acto reflexivo en el que “artista se identifica con el modelo y donde el espejo posee un papel fundamental, ya que resulta una herramienta necesaria durante la elaboración de la obra.
Las primeras concepciones del autorretrato se encuentran en el Antiguo Egipto, concretamente en el periodo de Amarna (1365 a.C). Aunque no se convierte en subgénero de la pintura en Occidente hasta el s. XIV
Durante un nuevo contexto artístico, a finales del Renacimiento, el artista comienza a introducirse de una manera discreta en sus propias obras, con la intención de dar a entender que la figura del pintor no está relacionada únicamente con el trabajo mecánico.
Alrededor del siglo XVII existe la necesidad del artista de representar sus propias actitudes intelectuales y morales. Es entonces, donde la función del autorretrato es la del exaltamiento del artista creador. Un ejemplo de esto es la aparición de Diego Velázquez en su obra “Las Meninas”.
En el siglo XVIII, con el Romanticismo, se otorga al autorretrato una gran importancia, y se elimina la concepción que posee de género secundario. El autorretrato es comprendido desde una representación más libre, en el que el concepto de “alma” juega un papel importante para darle vida a la imagen de la obra pintada.
El autorretrato evoluciona durante el siglo XX. Se experimenta y se producen cambios buscando motivaciones nuevas. El artista ilustra su propia actitud en relación al mundo que le rodea y al arte, volviendo a una mirada más intimista y social.
Con la llegada del Modernismo y las vanguardias dio comienzo una gran riqueza en relación a elementos formales y conceptuales.
La aparición de la fotografía se impuso provocó que el autorretrato pictórico buscase nuevas formas de expresión, como la abstracción y la metáfora.
Autorretrato. Dibujo
Durante la sesión práctica del día 5 de marzo de 2021, estuvimos realizando un autorretrato. Para ello tomamos como referencia una foto propia, y partiendo de esta tuvimos que realizar dos retratos. Uno mediante grafito y otro a través de ceras de colores.
El proceso que tuvimos que seguir fue el siguiente:
Lo primero fue encajar el rostro en nuestro papel, dibujando el óvalo que conforma la cabeza. Dentro de este, realizamos una serie líneas que dividen y diferencian los elementos del rostro, como los ojos, nariz y boca. Una vez que tuvimos el esquema, empezamos a dibujar sin marcar mucho con el lápiz, pues no podíamos utilizar la goma para borrar.
Finalmente y tras tener encajados todos los elementos del rostro, se dibujó con un trazo más intenso los elementos para conformar el autorretrato.
Tras este primer proceso, ahora tocaba realizar otro retrato con ceras de colores. Este proceso fue menos mecánico, pues ya teníamos como referencia el dibujo anterior. Así pues, comenzamos a manchar el papel construyendo el rostro de una forma más libre y emocional.
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